jueves, 3 de julio de 2014

Ángel Eyael 18 de octubre.

Atributo: Dios alegría de los hombres.
Planeta: Luna.
Coro Angélico: Guardianes.
Sefiráh: Yesod.
Horario de regencia: de  22 a 22:20 horas.
Se lo invoca para:
Tener consuelo en las adversidades e injusticias.
Ayudarnos en la preservación de los bienes materiales obtenidos por trabajo.
Tener concentración en el estudio de filosofía mística y religión.
Ampliar la conciencia y la percepción.
Ayudarnos en los cambios emocionales.
Los nacidos bajo su regencia:
El que nace bajo este ángel estará iluminado por el espíritu de Dios. Tendrá solidez en los emprendimientos, se destacará en los estudios y búsqueda en las altas ciencias esotéricas en especial al Cabalá  y la Astrología. Influyente y confiable, no aprueba la duplicidad de opiniones o la deshonestidad. Transformará todos sus sueños en proyectos y realizaciones ya que nada traspasa el límite de sus posibilidades no es  una persona interesada (en el sentido malo) pero le gustan las demostraciones de afecto, dedicará gran atención a su familia y nunca deja una tarea sin terminar para otros. Su salud será favorecida  porque nunca cometerá excesos. Entendiendo que el cuerpo es el templo del alma. 
Cita bíblica:
Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu *corazón.
Salmo 37:4
EYAEL: ‘EL PACTO DEL FUEGO y EL AGUA’
40 años de adversidad habían sido suficientes para arrasar y empobrecer la región que un día gozo de una gran riqueza y prosperidad. Nadie hubiese dicho, tras contemplar tan desolador paisaje, que Lujup había sido tierra de reyes y de poder.
Lo único que parecía conservarse aun intacto y que había sobrevivido milagrosamente a aquellos desconsoladores años, era una alta torre donde se decía habitaban los Doce Ancianos, hombres sabios cuya misión era mantener el equilibrio en el Universo.
Sin embargo, su labor había fracasado, Lujup difícilmente podía ser una tierra donde se respirase armonía y paz.
Todo lo contrario, había sido durante 40 años, el escenario donde un gran pueblo que un día fue uno, se había dividido, pero no sin antes destruir con guerras tras guerras todo cuanto habían creado y amado.
Todo comenzó un día en el que el príncipe Hesed decidió buscar una esposa. Pero aquel deseo que no presentaba ningún contratiempo para sus padres, si lo sería muy pronto, puesto que el príncipe anuncio que no estaba dispuesto a desposarse como la costumbre establecía. No amaba a Yesod, la princesa con la que debía unirse, pues así lo acordaban los lazos reales.
- Yo amo a la princesa Netzah. Sé que es más joven pero mi corazón le pertenece a ella -suplicaba el apuesto príncipe a su padre -.
- Pero hijo mío, sabes muy bien que si te desposas con la princesa Netzah y rechazas a Yesod, estarás violando los acuerdos.
- Si no es con la dulce Netzah, no me desposo -dijo definitivamente el príncipe Hesed -.

Su padre conocía muy bien a su hijo y sabía que nada ni nadie le haría cambiar de manera de pensar, y armado de valor expuso en el gran consejo la decisión del príncipe.
Ya os podéis imaginar lo que ocurrió. El padre de la princesa Yesod se sintió humillado y pidió la guerra. Nada pudo evitar que desde entonces Lujup se dividiera en dos reinos.
40 años de luchas no habían sido suficientes para poner fin a las disputas que mantenían el reino del Fuego y el reino del Agua.
Unos tenían el poder de crear la semilla dadora de vida, sin embargo, el reino de Fuego no lograba hacer crecer esa semilla si le faltaba el Agua, cuyo poder era el de fecundar. Se necesitaban los unos a los otros, pero ninguno de los dos estaban dispuestos a renunciar.
Cierto día, un errante viajero llamo a las puertas del Santuario donde habitaban los Doce Ancianos, y tras dar su nombre las puertas se abrieron.
Todos quedaron muy sorprendidos, pues a nadie le estaba permitido entrar en el Templo.
Durante tres días y tres noches estuvo el extranjero hablando con los Ancianos, y al llegar al cuarto, pidió reunirse con el rey de las tierras de Fuego y con el rey de las tierras de Agua.
Dijo llamarse Eyael y ser un sabio Astrologo que un día hablando con las estrellas recibió la misión de dirigir sus pasos hasta aquellas tierras con el propósito de devolverle su don.
- Que vuestros hijos se unan por amor -dijo a albos reyes -.Que el Fuego se acomode en el Agua y que esta le de su bendición.
Y cuando así lo hicieron, ambos reinos se fundieron en uno y recuperaron su don: el Poder Creador Fecundador.

La vida floreció y creció. Todo se multiplicaba con alegría. Lujup volvió a ser aquella tierra donde todos experimentarían de nuevo el poder de la riqueza, de la prosperidad y sobre todo de la sabiduría.

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